Ayer, desde la otra orilla del río me llamó la atención la elegante silueta clásica de un velero de dos palos amarrado en el Yacht Club. Resultó ser el Fortuna, un conocido velero de la Armada botado en 1949, una joya de la náutica, rara ave en estas aguas.
Tomé algunos apuntes rápidos para celebrar el encuentro, que no sólo de hombres y edificios viven las ciudades.
Ariel